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04 July 2015 - Historias - Comment -

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Me sentaré al rebufo de tus mamas
tras la barra de sintética materia
del "top-lees" más alabado de esa arteria
de príncipes de alcohol y cortesanas.

A la entrada luce el rótulo, señera
de ese antro de pulcras artesanas
aprendices de filósofas de cama
tras tesina doctoral en las aceras.

¿Que me lleva ante tu lengua sibarita
una ilusión, un pronto, un desengaño?
o ese asunto del morbo, nada extraño
que con razón o sin ella resucita.

No me es ajena tu boca compasiva
ni tu fugaz carrera en pos de todo
ni seré yo quien arrastre por el lodo
tu fama bien ganada en cada esquina.

Y es por razones obvias, comprensibles,
ahora que el fervor de tu cuerpo solicito,
¿Cómo darle explicaciones a mi pito?
para negar tus excelencias tan tangibles.

Te expresaré razones casi idiotas
para mi paso por tu centro de trabajo
donde sin ganas repartes a destajo
parabienes que encandilan las pelotas.

Me dirás: El que ¿si estudias o trabajas?
y te soltaré un aserto preparado
en las páginas de algún libro, rebuscado
para tentar los favores de tu raja.

O al menos de tu interés puesto en desuso
cuando atraviesas esa puerta que a diario
te invita a que te ganes un salario
por expandir la bragueta de un intruso.

Luego un poema y unas frases preparadas
trataran de convencerte de mi rol
que ofrecerá poner tu vida al sol
y broncearla sin pudor en las portadas,

de revistas por supuesto, y otros medios
¿por que poner freno a mi poder?
que me otorga derecho a merecer
cuatro copas arrancadas de tu tedio.

EL beneficio de la duda de ti espero
mejor que un hipócrita -me gustas-
y entraré a desuello con mi fusta

para poner patas por hombro tu trasero. 

Seis Gin-Tonic mi recurso más usado
servirán de lubricante a mi gaznate
y antes de correr con prisa al "güater"
me encontraré en tu noche acomodado.

Empezaré a no saber lo que me digo
es tanto tiempo de euforia contenida
que por el pábulo que me otorgue la bebida
confundiré tus orejas con tu ombligo.

A lo peor no seré capaz de levantarme
y puede que esta vez me vea traicionado
por el sistema no por viejo denostado
de la visión vidriosa de tu carne.

Y no tendré otro camino que la huida
e hilvanaré unos pasos vacilantes
que me lleven en un cúmulo de instantes
a renunciar a tu liguero y a tu vida.

Continuaré entre farolas mi sendero
quizá me asalte el vómito asesino
y antes de alcanzar Cuatro Caminos
llegaré a la conclusión de que te quiero.

¡Y maldita será mi suerte cien mil veces!
si me olvido entre tus tetas del mechero.

Juan E. Uceda




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